top of page

VÍCTIMAS DE LA DOMINACIÓN


Max Weber, dice que la dominación no es otra cosa que «la probabilidad de encontrar obediencia dentro de un grupo determinado para mandatos específicos (o para toda clase de mandatos)». Ya Hugo Chávez –y muchos otros déspotas en la historia– y, hoy, su más conspicuo seguidor, el presidente, Nicolás Maduro, pusieron en práctica esta definición de dominación, sobre todo, cuando se trata de ejecutar mandatos específicos, precisos –como eliminar al adversario político– o mandatos generales –como es reprimir brutalmente a los opositores sean quienes sean, no importa si son ancianos, mujeres, niños o jóvenes–; un gran teólogo español de los últimos años, José María

Castillo, ha dicho: «En nombre del bien y para hacer el bien, se han cometido todos los males, los peores males que uno pueda imaginar». Absolutamente de acuerdo. Pues, uno no necesita hacer de arqueólogo del saber o de archivista, como Michael Foucault, para escarbar en la historia las atrocidades humanas hechas en nombre del bien o para el bien de la sociedad. No. Esos horrores en este momento están cerca de nosotros, suceden en nuestra propia vecindad, la Patria Grande, la América morena. Hasta ni siquiera hay que hacer el ejercicio de viajar imaginariamente hasta el África o el Medio Oriente. Está en nuestras narices, en la tierra de Uslar Pietri, Andrés Bello y otros grandes personajes venezolanos.

Maduro y su régimen chavista, en nombre del bien, y, supuestamente, para hacer el bien, han matado, torturado, en suma, asesinado a jóvenes en las calles de Caracas, privándoles de un futuro al que nunca más llegarán, por tanto, han aplastado la esperanza humana, único bien de los seres humanos, y, todo por el bien de la patria socialista. Ahora bien, no solamente se ha quitado la vida a 36 ciudadanos venezolanos, hombres y mujeres de bien, sino que el régimen a atropellado la dignidad de todos los venezolanos y en ella del resto de Latinoamérica y la humanidad en su conjunto; al igual que en tiempos de persecución de brujos y brujas, a miles de venezolanos se les ha expulsado de sus casas, pueblos y ciudades, robado y ofendido, condenándolos a un exilio forzado en los países vecinos, convirtiéndolos en apátridas.

Nicolás Maduro, un día habló con un pajaritico a quien consideró, el espíritu del difunto Chávez; no hace mucho entabló conversación con unas vacas, a las que pidió su ayuda y apoyo, tan solo para tratar de mostrarse al mundo como un profesional del bien. Hizo lo mismo el presidente Busch cuando buscaba la justicia infinita, para eliminar a Sadam Husein en Irak. Por eso mismo, para Maduro, la oposición, hombres y mujeres venezolanos que se han volcado a las calles para recuperar la democracia, son considerados unos herejes, descarriados, y, por tanto, no son hombres de bien, tal como lo concibe, Maduro, el profesional del bien (o el mal a secas).

Los venezolanos, que se han puesto la democracia al hombro y en las calles, como única forma de convivencia y sobrevivencia, porque la dominación, solo causa víctimas; el profesional del bien, en cambio, justifica su postura, argumenta y legitima, en nombre del bien todos los males que hace: asesinar, expulsar, condenar, ejecuciones secretas y encarcelar a políticos.

La dominación camufla el mal en nombre del bien. O en nombre del bien, siempre acaba con víctimas; y muchas veces son incontables.



Featured Posts
Vuelve pronto
Una vez que se publiquen entradas, las verás aquí.
Recent Posts
Search By Tags
Follow Us
  • Facebook Classic
  • Twitter Classic
  • Google Classic

IVÁN JESÚS CASTRO ARUZAMEN

bottom of page